En el extenso panorama de las relaciones humanas, las caricias se elevan como hilos invisibles que entretejen el tapiz de nuestra existencia emocional. Desde los primeros latidos en el vientre materno hasta los últimos suspiros de la vejez, estas expresiones de afecto y reconocimiento forman nuestra identidad y bienestar psicológico. Eric Berne, en su obra pionera “Games People Play: The Psychology of Human Relationships”, advierte que la carencia de caricias positivas adecuadas puede impulsarnos a buscar desesperadamente cualquier forma de reconocimiento, incluso si es negativo, en un intento de satisfacer nuestra necesidad innata de conexión emocional.


Berne, al adentrarse en el análisis de las transacciones emocionales, distingue entre caricias condicionales y caricias incondicionales. Las caricias condicionales, basadas en logros o desempeño, refuerzan un ciclo de búsqueda de validación externa. Por otro lado, las caricias incondicionales, otorgadas simplemente por nuestra existencia, son esenciales para nutrir una autoestima saludable y una sensación de valía básica. Thomas A. Harris profundiza en esta temática en “I’m OK – You’re OK”, explorando cómo estas transacciones emocionales y las actitudes parentales configuran la personalidad y las relaciones interpersonales.


El impacto de las caricias trasciende las palabras y las acciones físicas; permea incluso las percepciones y actitudes. Como Berne ejemplifica en “Transactional Analysis in Psychotherapy”, las caricias pueden manifestarse de forma sutil o manipulativa, socavando la autenticidad y la confianza en las relaciones interpersonales. Este fenómeno, reflejado en el elogio falso o plástico, subraya la importancia de discernir entre caricias adecuadas e inadecuadas.


En el camino hacia el autodescubrimiento, encontramos fenómenos como la descalificación y la simbiosis. La descalificación, como Berne explica en “What Do You Say After You Say Hello”, puede menoscabar la autoestima y distorsionar la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás.


La descalificación se manifestarse de diversas formas, tanto en el ámbito interno como en las interacciones con los demás. Por ejemplo, una persona que está explorando sus habilidades artísticas podría experimentar la descalificación interna cuando se compara constantemente con otros artistas y se menosprecia a sí misma, diciéndose cosas como “No soy lo suficientemente talentoso” o “Mis obras nunca serán tan buenas como las de ellos”.


En las relaciones interpersonales, la descalificación puede surgir cuando alguien ignora las opiniones o los sentimientos de otra persona. Por ejemplo, durante una discusión en pareja, uno de los miembros puede descalificar los sentimientos del otro diciendo cosas como “Tus preocupaciones son irracionales” o “No tienes derecho a sentirte así”. Esta descalificación invalida los sentimientos de la otra persona y puede generar resentimiento y distancia en la relación.


En el ámbito laboral, la descalificación puede ocurrir cuando un jefe o colega menosprecia el trabajo de un empleado, ignorando sus contribuciones o ridiculizándolas en público. Esto puede afectar la autoestima y la motivación del empleado, creando un ambiente laboral tóxico y poco saludable.


En síntesis, la descalificación puede presentarse en diferentes áreas de nuestras vidas y puede tener un impacto significativo en nuestra autoestima y bienestar emocional. Reconocer y abordar este fenómeno es esencial para el crecimiento personal y la construcción de relaciones saludables y respetuosas.


Por otro lado, tenemos la simbiosis, cuando dos personas se fusionan en uno solo, puede ser tanto nutritiva como perjudicial. En el caso de la relación madre-hijo, por ejemplo, puede ofrecer un ambiente propicio para el desarrollo infantil, pero también puede generar dependencia y dificultades en la autonomía personal.


Es beneficiosa cuando el vínculo afectivo entre ambos promueve un ambiente cálido y seguro que fomenta el desarrollo emocional y cognitivo del niño. La madre proporciona apoyo emocional, seguridad y cuidado, lo que permite al niño explorar el mundo con confianza y desarrollar una sólida base emocional. Sin embargo, si esta simbiosis se vuelve excesiva, el niño puede volverse dependiente de la madre para tomar decisiones, resolver problemas y regular sus emociones, lo que dificulta su capacidad para desarrollar autonomía y habilidades de afrontamiento adecuadas. En este caso, la simbiosis se convierte en un obstáculo para el desarrollo saludable del niño.


Para entender más a fondo estos conceptos, es esencial considerar la dinámica de las caricias en diferentes contextos y relaciones humanas.
Las “caricias” en este contexto se refieren a las expresiones de reconocimiento, afecto y validación que recibimos de los demás en diferentes ámbitos de nuestra vida. Las “caricias condicionales” se otorgan en base a logros o desempeño, como recibir elogios por un trabajo bien hecho o por alcanzar metas académicas. Estas caricias pueden funcionar como incentivos para el rendimiento, pero si se vuelven demasiado frecuentes, pueden generar una dependencia emocional de la aprobación externa y una autoestima frágil.


Por otro lado, las “caricias incondicionales” se ofrecen sin importar el rendimiento o logro de la persona, simplemente por ser quien es. Este tipo de caricias incluyen el apoyo emocional, la empatía y el afecto genuino, y son fundamentales para promover un ambiente de confianza y respeto mutuo en el entorno educativo y laboral. Las caricias incondicionales son esenciales para fortalecer la autoestima y la sensación de valía intrínseca de las personas, ya que no están vinculadas a ningún logro específico, sino a la aceptación y valoración de la persona en su totalidad.


Te invito a explorar el poder transformador de las caricias en el contexto del Análisis Transaccional. A través de las obras de Berne y Harris, así como mediante la introspección en tus propias interacciones, emprende un viaje hacia la plenitud emocional y el autodescubrimiento. En este itinerario, las caricias emergen como la expresión emocional valiosa, que ayuda a conectar con la verdadera condición humana que se comparte con la otredad y orienta hacia relaciones más genuinas y gratificante. ¿Qué reflexiones te ha suscitado esta exploración sobre nuestras interacciones emocionales? ¿Cómo planeas aplicar estos principios en tu vida cotidiana para fomentar relaciones más auténticas y positivas?


Referencias bibliográficas
Berne, E. L. (1974). ¿Qué dice usted después de decir “Hola”?. Barcelona: Grijalbo. Berne, E. L. (1976). Juegos en que participamos. México: Diana
Eric Berne (1974) juegos en los que participamos: Psicología de las relaciones humanas Editorial: Editorial Diana
Harris, Thomas A. (1978.) Yo estoy bien, tú estás bien. Editorial Grijalbo, S. A, Méjico, D, F.,

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