Por: Dra. Ana María Rojas PhD.

Quiero comenzar expresando que la autoestima es esa sensación de bienestar hacia nosotros mismo y al disfrute de la vida, es reconocimiento de nuestras raíces, quién soy, de dónde vengo, cómo es mi autovaloración, mi autoimagen en función de la evaluación de mis pensamientos, sentimientos y experiencias

 Independientemente del momento que estemos viviendo, ella es la base y centro del desarrollo humano. La carencia de autoestima es algo que para mí no existe. Todas las personas la poseen, pero no es igual para todos. Es dinámica procesual, es difícil su diagnóstico, escuchamos a la mayoría de las personas hacer juicios de valor acerca de ella, sin tener una base seria para manifestarlo.

La autoestima es personal, son las acciones y sentimientos que abrigamos de nosotros mismos a lo largo de la vida. Es la perspectiva general que tenemos de la propia autovaloración. Se forma desde la vida intrauterina, de modelos que los adultos presentan, de lo que escuchamos de adultos significativos en la infancia, del comportamiento de quienes nos rodean, la percepción que tengamos de esas situaciones, las emociones involucradas en los momentos críticos, tanto positivos como negativos. Experiencias escolares, la manera en que las figuras de autoridad manejan los momentos de éxito, de fracasos, nacimientos, fiestas, duelos relacionado con muertes, es  decir, la pérdidas de amigos, divorcios, muerte física de familiares entre muchas otras que marcan la vida para el crecimiento,  y principalmente la valoración que se proporcionó al comportamiento en la infancia y la adolescencia.

Lo importante de la reflexión es darse cuenta de cómo esta nuestra autoestima, y que seamos conscientes de aplicar la pauta para hacernos responsables de nuestros  valores, acciones y sentimientos, hacia nosotros mismo con el fin de  facilitar cambios positivos y significativos,  aceptar que si hay disposición hay cambio. 

En síntesis, es darse permiso para apreciar todo lo bueno que se tiene oculto, reconocer y aceptar los propios méritos, equilibrar la calidad de las interacciones humanas, saberse un ser único e irrepetible con fortaleza y debilidades.

Recordar que el amor propio es nuestro compañero de vida y sus raíces se sustentan en el afecto incondicional para proveer bases sólidas para la evolución y transformación personal.

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